De Quito al Boliche en tren

El ferrocarril, una vez orgullo del Ecuador, ahora ya no queda mucho. Pero unos coches viejos han sido reparados, para que los turistas puedan tener una experiencia de viaje por éste medio de transporte. Una de las rutas va desde Quito hasta El Boliche, situado en las afueras del Parque Nacional Cotopaxi.

Este tren sólo funciona los fines de semana y se debe reservar  con dos semanas de anticipación. Billete de ida y vuelta cuesta $ 15 y las reservas se pueden hacer en la oficina de turismo en Quito.

La  estación de Chimbacalle situada al  centro-sur de la ciudad, es en sí misma una atracción. La cual ha sido recientemente renovada, y posee un toque de grandeza antigua. Los quiteños la han incluido dentro de sus “Siete maravillas”.

Para los ecuatorianos es una experiencia única y exótica el viajar en tren. Al salir de la cuidad el tren es  acompañado por policías en moto ya que los conductores no tienen la costumbre de dar paso al tren. La gente se alinea a lo largo de la carretera y saludan cuando el tren pasa. El saludo es devuelto por los viajeros. Al  salir de Quito usted tiene una maravillosa  vista de los picos de las montañas. Fué lo que  Alejandro Humboldt denominó   “La ruta de los volcanes“.

Cada uno de los coches tiene sus propias características y cuenta con un conductor guía. Se aprende mucho en el viaje, sobre Quito,  Ecuador y sus paisajes, su medio ambiente y sobretodo  del ferrocarril. Lo único que falta es la locomotora de vapor. Está  es en proceso de restauración. En un año aproximadamente puede entrar en funcionamiento.

El viaje al Boliche dura unas 3 horas. El sitio está ubicado a más de 3500 metros sobre el nivel del mar. Es difícil de creer que usted esté en lo alto de la Cordillera de los Andes, admirando el denso bosque. Un sendero lo lleva atravéz de los árboles.  Además de estudiar la vegetación, es posible que puedas mirar algún animal en el camino. Hay conejos y ciervos entre los árboles. Se puede observar que los pinos no son endémicos . Fueron traidos desde América del Norte en 1928 e introducidos a éste lugar. De vuelta en la estación, se puede disfrutar de una comida ecuatoriana, un café, echar un vistazo al pequeño museo y saludar a las alpacas que pastan cerca.

De retorno a la ciudad contento y cansado, y con otra bonita experiencia de Ecuador.